viernes, 27 de mayo de 2011

the tallest man on earth: paul celan

EN CARRIL SOBRELLOVIDO
el sermoncito de ilusionista del silencio.

Es como si tú pudieras oír,
como si yo te quisiese todavía.

Celan, Paul. Obras completas. Trotta. Madrid. 2002. p. 276

domingo, 22 de mayo de 2011

fragmentos sobre varios viajes al sol

No se lo esperaba el PSOE, no se lo esperaba el PP, no se lo esperaba la televisión, no se los esperaban los bancos o las empresas. No se lo esperaba nadie. Pero porque todos ellos no saben esperar. Sólo desde la soledad nómada se puede esperar lo inimaginable. Y lo inimaginable ha llegado. Ha sucedido lo imprevisible. Y cuando lo inesperado acontece, la historia se fractura, el ritmo del mundo se cuestiona, la posibilidades del devenir colectivo se abren a la imaginación y por fin podemos pensar, sentir, que vamos a vivir juntos. Ya no estamos solos (aunque en cualquier momento podemos volver a la soledad, ahora ya sin miedo).

En la multitud de Sol se da un marco inmejorable para que se produzcan nuevos afectos, para un desear revolucionario. En Les amants réguliers P. Garrel filmaba en bellísimos planos secuencias las barricadas de mayo del 68. Los dos protagonistas se veían, intercambiaban sus miradas, se deseaban... pero ese deseo era intransitivo. Es decir, no se convertía en verbo, no se encarnaba, sino que implicaba un diferimiento de la palabra y del encuentro de los cuerpos: noli me tangere. Reconocimeinto de lo absolutamente otro a través de lo común: comunidad inconfesable.

“Mayo del 68 demostró que, sin proyecto, sin conjuración, podía, en lo repentino de un encuentro feliz, como una fiesta que trastornara las formas sociales admitidas o esperadas, afirmarse (y afirmarse más allá de las formas usuales de la afirmación) la comunicación explosiva, la apertura que le permitía a cada uno, sin distinción de clase, de edad, de sexo o de cultura, congeniar con el primero que pasa, como un ser ya amado, precisamente porque era el familiar-desconcido”. Proyecto sin proyecto, orden desordenado, revolución nada convencional: no se tomo ni la Bastilla, ni el Palacio de Invierno o la Asamblea Nacional. No había un interés utilitario o institucional, más bien se trataba que desde el anonimato se contara una historia: “Cada cual tenía algo que decir, a veces que escribir (en las paredes); ¿qué en suma? eso importaba poco” (Blanchot, Maurice en La comunidad inconfesable).

He ido a Sol. Tanto solo como acompañado. Son dos formas diferentes de estar. Las dos interesantes. Pero si vas acompañado parece que todo el trabajo ya está hecho. Que esto es sólo un punto de llegada. Por eso tengo que reconocer que me gusta ir solo. Alguien escribía en un blog que esa soledad le permitía sentir el anonimato. Estoy de acuerdo. En la soledad se suspenden las normas de reconocimiento que nos permiten sentirnos masa y podemos ser multitud. Esa soledad, que no se me entienda mal, es apertura. Apertura a lo diferente y a lo posible.

He hablado con muchos amigos y amigas de lo que estaba pasando. Varios me han dicho que ésta no era su revolución. Pero creo que se equivocan. Esta no es la revolución de nadie en singular, sino que es el movimiento por el cual ese nadie se articula en plural. Esto es, éste es el devenir colectivo de los nadies, de los Blooms. Sólo suspendiendo nuestras expectativas aparece lo imprevisible y así podemos construir un proyecto común.

Viernes 20 de mayo. Doce de la noche. Se hace el silencio en la plaza. Se construye una ausencia, un vacío. Al pueblo (no al Volk) siempre le falta algo. El pueblo -no nos equivoquemos- es irrepresentable. En otras palabras, la comunidad democrática (¿real?) es una presencia que se pliega en multitud de fisuras, de vacíos. Una presencia como ausencia y una ausencia como presencia. A través de ese intercambio interminable, en ese silencio que se construye, podemos escuchar a los que no están, a los que faltan, y sobre todo, podemos imaginar a aquellos que van a llegar. Esa comunidad siempre por venir, desobrada, por hacer.

http://vimeo.com/24048483