miércoles, 14 de julio de 2010

the courteeners y maurice blanchot: la comunidad negativa

"La base de la comunicación no es necesariamente el habla, ni siquiera el silencio que es el fondo y su puntuación, sino la exposición a la muerte, no ya de mí mismo, sino del prójimo cuya presencia viviente y más cercana es ya la eterna y la insoportable ausencia, aquella que el trabajo de ningún luto consigue aligerar. Esta ausencia del prójimo debe ser encontrada en la vida misma; con ella es como la amistad se pone en juego y a cada instante se pierde, relación sin relación o sin otra relación que lo inconmesurable (...) Así es, así sería la amistad que descubre al desconocido que nosotros mismos somos, y el encuentro de nuestra propia soledad que precisamente no podemos ser los únicos en experimentar"

Blanchot, Maurice. La comunidad inconfesable. Arena Libros. Madrid. 2002.p.48


lunes, 12 de julio de 2010

la imposibilidad de escribir sobre una silla o una escritura táctil por el objeto que falta.

hace unas semanas tuve la suerte de participar en un taller de teatro contemporáneo con sara molina. hacia el final del curso se nos propuso escribir sobre una silla vacía. este texto fue el resultado: fruto de las vivencias, los movimientos, las conversaciones, las miradas y las lecturas de aquellos días.

Ella me invitó a entrar pero no pude, no tuve fuerzas. Hoy escribo desde ahí, desde esa ausencia de fuerzas. El deseo sería el pliegue de una silla y de una ausencia, la silla como “cuerpo sin órganos”. ¿Y si el deseo no fuese más que esa falta, ese fracaso, ese no poder? ¿No es acaso el deseo el territorio del afuera?

¿Cómo sentirse afectado en un sistema en el que nadie se considera responsable? El lenguaje, el poder, el discurso, la escritura, mi escritura, nunca nos posibilitan decir “lo siento”. Por ello, “lo siento” no se dice, se muestra. En un objeto cualquiera, en una silla vacía, puede estar toda la memoria (todo el daño) del mundo. Decir “lo siento” desde mi dolor es hacerse responsable de uno mismo. Dar cuenta de nuestra subjetividad para olvidarnos, paradójicamente, de nuestro yo. Preocuparme de mí para escuchar mejor al otro decía Godard.

Me parece que fue Kafka el que me lo enseñó: el perdón es la norma y “lo siento” es la excepción.“Lo siento” no tiene nada que ver con pedir perdón, “lo siento” tiene que ver con lo imperdonable, con la imposibilidad del juicio, con la subversión de la ley.

“Lo siento” es la vida, el afecto, el deseo, el devenir, la multiplicidad, la literalidad de la silla, la ausencia de sujeto, el anti-espectador, el movimiento, la radicalidad de lo absolutamente otro.

Quizás, para vivir de una vez por todas juntos, tengamos que olvidarnos del significado, de la mimesis, de la identificación, de la traducción, de la comunidad. Leer, escuchar y aceptar un cuerpo, una historia, sin la necesidad del reconocimiento, aceptar al otro sin tener nada en común. ¿Podríamos vivir realmente juntos soportando la opacidad del otro, su diferencia ilegible? ¿Es posible un autismo entre dos? El autismo entre dos como la utopía de nuestro tiempo.