"La base de la comunicación no es necesariamente el habla, ni siquiera el silencio que es el fondo y su puntuación, sino la exposición a la muerte, no ya de mí mismo, sino del prójimo cuya presencia viviente y más cercana es ya la eterna y la insoportable ausencia, aquella que el trabajo de ningún luto consigue aligerar. Esta ausencia del prójimo debe ser encontrada en la vida misma; con ella es como la amistad se pone en juego y a cada instante se pierde, relación sin relación o sin otra relación que lo inconmesurable (...) Así es, así sería la amistad que descubre al desconocido que nosotros mismos somos, y el encuentro de nuestra propia soledad que precisamente no podemos ser los únicos en experimentar"
Blanchot, Maurice. La comunidad inconfesable. Arena Libros. Madrid. 2002.p.48
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